Querido Ramón de España,
El pasado mayo, en ElDiario.es, usted nos explicaba con cara larga y tono de víctima que un fondo de inversión quería echarle de su piso de toda la vida. Contaba que lleva 33 años en el número 243 de calle Mallorca, que paga 800 euros de alquiler en un vecindario con un precio medio de 1.400 euros, y cómo es lógico el nuevo propietario de su piso, un fondo inmobiliario quiere echar a todos los inquilinos que pagan alquileres muy por debajo del mercado. Y claro, se quejaba de lo injusto que era eso del mercado. Decía que no se iba a mover, que no se puede vivir así, que hay que hacer algo, y decía que iba a luchar junto a otros siete inquilinos por su derecho a la vivienda digna, al estilo Ada Colau y Pablo Iglesias.
Y, sinceramente, lo entiendo. Entiendo que uno se revuelva cuando lo expulsan de su casa. Entiendo que quiera proteger lo que tiene, su familia, su hogar, su estilo de vida y su ciudad. Entiendo que se niegue a ser tratado como una cifra más en una hoja de cálculo.
Lo que no entiendo, o más bien lo que me toca mucho los cojones, es que el mismo señor que llora cuando le quieren echar de casa, se convierta poco después en el vocero sarcástico de las plataformas que llevan años intentando echarnos a nosotros de nuestra profesión.
En su artículo reciente en Crónica Global, usted se burla de la futura ley catalana de transporte y escribe la siguiente cita literal:
“Ayer tuvo lugar en la barcelonesa Casa Seat un debate, en el marco de las jornadas BCN Desperta que promueve este diario, con representantes de las tres principales compañías de VTC en España, Uber, Cabify y Bolt, a las que no espera un futuro muy halagüeño si nuestro gobiernillo insiste en limitar sus competencias (en ese caso, 600 vehículos deberían abandonar Barcelona, ciudad en la que se les va a obligar a no ejercer, no fuese que nuestros taxistas se cabrearan más de lo que ya lo están habitualmente y nos montaran un pifostio de los buenos”.
O sea, que usted se escandaliza de que haya una ley que limite las VTC y proteja un servicio público como el taxi, pero no se escandaliza de vivir pagando 800 euros en un piso cuyo precio de mercado es 1.400 según usted mismo. Y lo peor: encima se permite llamar “pifostio” a la protesta de los taxistas, mientras usted mismo monta un buen drama llorando en un artículo porque no quiere asumir la competencia como inquilino.
¿Y qué pasa, señor de España? ¿No es buena la competencia? ¿No es sano que nuevos inquilinos expats o turistas con más pasta que usted vengan de otros países y estén dispuestos a pagar por vivir en nuestra preciosa ciudad? ¿No le parece justo que los fondos de inversión aporten capital, regeneren edificios y maximicen el valor de sus activos? ¿O es que lo de “modernizarse o morir” solo vale para los taxistas?
Si no está dispuesto a pagar el precio real de mercado, tal vez debería actualizar su perfil, buscar más ingresos, hacer burpis, convertirse en una versión más competitiva de sí mismo. Hay que reconvertirse y reinventarse, amigo, y no llorar tanto. Y si no le gusta, señor de España, ¿por qué no se muda usted a Venezuela, donde los socialistas podemitas regulan los alquileres y el mercado está paralizado? Se lo recomiendo, acabo de pasar un verano genial allí junto a mí amigo Nicolás Maduro.
¿No era eso lo que usted siempre criticaba?
Ah, espera. Me acaba de caer la ficha.
Quizás usted sí se ha modernizado, y escribir artículos contra el taxi, con ese tonito despreciativo, ese humor de columnista decadente de caspa y palillo, esa obediencia de perro faldero al amo pagador, es precisamente lo que le permite pagar esos 600 euros extras de diferencia en su alquiler.
Eso es lo que tiene ser un estómago agradecido, quejica y traidor. Llora por lo suyo, pero se burla de lo de los demás. Le deseamos sinceramente que el capital, la competencia y el mercado le apliquen la medicina que usted receta con tanta alegría a los demás.
Y cuando no pueda más, cuando lo echen, cuando no le quede otra, no venga a llorar. Ya sabe dónde está la llorería.
Tito Álvarez
Portavoz de Élite Taxi Barcelona












